Noche del 26 de septiembre.
Una noche como pocas; una
noche como muchas. En los comienzos del curso, cientos de estudiantes
salían a las calles salmantinas para divertirse, beber, bailar, etc,
antes de que sus obligaciones se lo impidieran hasta quién sabe qué
señaladas fechas. ÉL no salió. Aunque siempre había sido un chico
extrovertido y social, aún no tenía suficiente confianza como para
adentrarse en su primera fiesta universitaria. ELLA también se quedó
en casa. Total, estaba cansada y seguro que habría noches mejores a
lo largo del año. “¿Qué bien podría aportarle haber salido?”
Pensaba mientras intentaba ordenar vanamente la habitación de su
nuevo piso. Nada más pasó esa noche, nada más pasó después.
“La gente cree que el
destino es como un río...”
Noche del 26 de
septiembre.
Como
ya he dicho, era una noche como pocas; una noche como muchas. Después
de que las primeras novatadas ya hubieron pasado, ÉL, como tantos y
tantos, ya estaba en algún local de la ciudad, disfrutando de su
primera fiesta como universitario. Fue una buena noche, sí. Conoció
a una chica, guapa y radiante como ninguna. El alcohol le ayudó a
acercarse y a hablar con ella. ¡Oh, Dios! No os podéis imaginar lo
encantadora que era, ¡y además de su misma facultad! La promesa de
la noche de llenó de esperanzas. Pobre chico, ¿cómo iba a
imaginarse lo que vendría después? Decepciones y sufrimientos de
una rosa con más espinas que pétalos. ELLA, esa noche, no salió.
“...que fluye en una sola dirección...”
Noche del 26 de
septiembre.
Una
vez más, era una noche como pocas; una noche como muchas. ELLA en
esta ocasión sí que salió, vaya que si salió. Había que
disfrutar mientras se pudiera, ¿y cómo iba a perderse su primera
fiesta como veterana? Además, las ganas por ver a sus amigos de la
facultad eran como un imán que la arrancaba de la prisión de su
cama. Tras lo que sería la introducción a las novatadas que en los
próximos días se darían, la fiesta le esperaba. Risas, bromas,
copas, música... No era nuevo, pero era genial; su segundo año
comenzaba. Para ÉL, en cambio, no era tan fácil. ¿Qué garantías
le ofrecía salir con gente que apenas conocía en una noche repleta
de veteranos sedientos de vengarse de las novatadas sufridas de años
anteriores?
“...Pero
yo le he visto la cara al tiempo...”
Noche del 26 de
septiembre.
No
sé si lo habré mencionado ya, pero era una noche como pocas; una
noche como muchas. ÉL y ELLA salieron, ¡había que salir! Y fue
increíble. Los dos pasaron las novatadas como dos cachorros de león
que ven por primera vez la selva: sin saber muy bien lo que hacer,
pero con una alegría tremenda por estar allí. Después -creo que
esto también lo he dicho- tocaba la fiesta. Ambos estuvieron horas
en el mismo bar, cada uno con su gente, quizás cruzándose sin
mirarse en algún momento. Pero la noche acabó, y aunque fue de los
mejores comienzos de curso que podrían haber tenido, cada uno volvió
a casa por separado, sin conocerse, quizás, nunca.
“...y
es como un océano...”
La noche del 26 de
septiembre.
¿Qué
decir que no haya dicho ya? Puede que muchas cosas, sí, pero sobre
todo una, la más importante: esta fue una noche como pocas, como muy
pocas, quizás una noche única. ÉL... ELLA... Novatadas... Fiesta
universitaria.... Y las precisas y preciosas acciones y decisiones
que hicieron que ÉL y ELLA dejaran de ser ÉL y ELLA y se
convirtieran en ELLOS.
“...en
la tormenta”.
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