sábado, 4 de febrero de 2012

Amante inoportuna.

Noche fría, noche calmada. No sé por qué "frío" siempre suele ser sinónimo de "calma". Camino hacia quién sabe donde por las calles de la ciudad. Mis pensamientos hacen la vez de amante; a veces son la mejor compañía que uno pueda encontrar. A veces...
Miro a mi alrededor: nadie. Una farola medio fundida me sumerge en un ambienta propio de una película de Alfred Hitchcock. Un gato solitario se cruza unos metros delante de mí, negro como la noche. Es un consuelo no ser supersticioso, pienso. Prefiro creer que mi particular mala suerte no viene dada por gatos negros o miradas de tuerto.
A mi cabeza llegan cientos de pensamientos. Pensamientos que querría haber borrado hace mucho tiempo. Quizás no debería haberla dejado... ¡Bah! Ya qué más da. Haberlo pensado antes. Tengo la sensación de que el recuerdo de aquella tarde tardará mucho tiempo en irse.

...

Dos siluetas se acercan lentamente bajo la luz naranja de una vieja farola. No se besan. Cosa mala, piensa ella.
-Hola- dice él.
-Hola...- responde ella entrecortada.
-¿Has llegado hace mucho?
-No, no te preocupes. No llevo aquí ni cinco minutos.
Un silencio les inunda. Se huele la tormenta que se avecina.
-Bueno, ¿y de qué querías hablar?- dice ella aun sabiéndolo perfectamente. Lo sabe pero no se lo cree.
Él da un largo suspiro antes de afrontar lo que se le viene encima.
-Mira... No es fácil lo que tengo que decirte.
Hace una ligera pausa y, clavando su mirada en los ojos de ella, lo dice.
-Creo que es mejor que acabemos con ésto.
Es tan indescriptible el torbellino de emociones que a ella le embargó como lo eternos que se les hicieron los siguientes segundos de silencio.
-Está bien. -Dijo finalmente ella-. Pero necesito un poco de tiempo para interiorizarlo. Hasta entonces...
-Lo entiendó. - Le interrumpió-. Tómate el tiempo que necesites.
-Vale... Adiós.
-Adiós.
Una de las dos siluetas abandonó la tenue luz de la farola, dejándole a él solo en medio de ninguna parte. Justo después, un largo tren de mercacías pasó por una vía situada unos pocos metros de allí, llevándose mucho más que innumerables contenedores. Todo un amor.

...

Un par de tímidas lágrimas se deslizan sobre mi cara. Ni siquiera me las limpio. No me molestan, y tampoco me da miedo llorar. Me da miedo recordar.
Será mejor que vuelva a casa. Por hoy ya he reflexionado bastante. Demasiado. Ya es hora de pagar por sus servicios a esa amante de la que os hablé al principio, y dejar que se marche, esperando vanamente no volver a verla.

"Mi corazón es de cristal, no guarda nada que no veas, sólo un pequeño resplandor de nuestra hoguera".
Fito & Fitipaldis

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