jueves, 29 de diciembre de 2011

El hombre sin nombre.

Fría noche de diciembre en la ciudad. Los pocos transeúntes que yerran las calles vagan hacia un incierto destino. Cientos de edificios descansan tranquilos, unos al lado de otros, como personas que necesitan compañía para conciliar el sueño.
En uno de esos edificios cualquiera se amontonan decenas de apartamentos, en los que esperanzas, sueños e ilusiones quedan encerrados bajo llave, pidiendo salir a gritos.
Conocí a un tipo que era una de esas prisiones, una de esas cárceles de ilusiones que, como tanta y tanta gente vivía o, más bien, sobrevivía esperando un futuro o inventando un pasado mejor.
Aún puedo oír su voz diciéndome: "ójala tú puedas cumplir tus sueños".
Sí... Era un buen tipo, supongo. No le veía muy a menudo, es cierto, pero diez minutos con el darían para escribir un libro. Él en sí era un libro. Un libro con un largo prólogo escrito por algún amigo perdido en el camino, un libro cansado de aventuras pasadas y amores prohibidos, un libro cerrado con cerrojo a la vista de los demás, un libro cubierto de polvo y empaquetado, que espera pacientemente ser llevado a reciclar.
Se pasaba el día peleando con sus pensamientos, con el único fin de hacerlos desaparecer de su mente. Esos mismos pensamientos le controlaban y le mataban, de dentro a fuera, como un parásito que se alimenta de su ilegítimo huésped.
No recuerdo la última vez que le vi pasar por la plaza. Allí se sentaba siempre, con su viejo cuaderno, y escribía quién sabe qué. La de vidas que habría dado yo por leer una sola página de ese cuaderno. Podía pasarse allí tardes enteras, contemplando a la gente pasar, los niños jugar, los enamorados besarse. Escribía y escribía, nunca paraba de escribir. Hay quien dice que escribía su propia vida a partir de la de los demás. Hay quien dice también que a cada persona que observaba le robaba un pedazo de su alma y la convertía en tinta; tinta que salía de su pluma e iba a parar al papel.
Todo el mundo hablaba de él pero nadie decía nada. Le tachaban de loco. No le conocían. Ni siquiera él mismo se conocía. Sus mejores amigos eran una pluma y un cuaderno. Tipo listo. Supongo que cada día apelaba a eso que cantaba aquel: "mejor loco que mal acompañado". Y sin embargo, apostaría que era la persona más cuerda que esta ciudad haya conocido en décadas.
El otro día, alguien cuya cara no logro recordar me dijo que creyó verle errando por las oscuras calles que la noche deja, con los años perdidos cargados a su espalda, con la luna iluminando lo que queda de su ser, con cientos de promesas y sueños incumplidos en los bolsillos, y con una pluma y un viejo cuaderno bajo el brazo.


           "La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse".
Joaquín Sabina

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sábado, 3 de diciembre de 2011

Ella, sin más.

Sentada en su cómoda silla de estudio, frente al escritorio, miraba por la ventana. Niebla. Una niebla que lo ensombrecía todo, que lo tornaba más lóbrego, que apagaba la vida. Se incorporó y observó su habitación; a veces tan grande que le parecía infinita, y otras veces tan pequeña que pasaría por una prisión. No duró mucho tiempo de pie, pues se tumbó boca arriba en la cama y comenzó a jugar con una pequeña pelota de tela, lanzándola hacia arriba. Cada golpe que la pelota daba en el techo era como una puñalada para ella.
Pam. Había discutido con sus padres, como de costumbre, pero ya dudaba que pudiera confiar en ellos. Pam. Se había distanciado de tal manera de sus amigas que ya no podía recordar quién de ellas lo llegó a ser algún día. Pam. En el instituto todo iba de mal en peor. Si le costaba un mundo recordar a sus amigas, más aún le costaba hacerlo del último exámen que sacó más de un tres. Pam. Todo ésto por no hablar de... Él. Realmente las cosas habían perdido tanta relevancia que ni le importaba que se liara con una cada semana. Pam. Su yo interior se podía comparar con Chernobil: frío, vacío, muerto. Pam. ¡Joder! Me está poniendo nerviosa ese puto ruido, se dijo para sí, y tiró la pelota a un rincón de la habitación.
En esos momentos de angustia y desesperación que recorrían cada rincón de su cuerpo era cuando la habitación se parecía más bien a una cárcel. Pero ella bien sabía que la mayor prisión en la que estaba encerrada no era física, sino que estaba dentro de ella. No sabía qué hacer, ni tampoco sabía qué había hecho para que le pasara todo eso, así que rompió a llorar. Lloró y lloró desconsoladamente durante un largo rato, con la única compañía de una caja de pañuelos y su gata, que parecía estar más preocupada por los auriculares del móvil que por el estado de ánimo de su dueña.
Y cuando todo parecía oscuro, apagado, sombrío, perdido, algo pasó; una bombillita comenzó a desprender una luz suave y tenue en su cabeza. ¿Pero qué cojones estoy haciendo? Se preguntó. Cogió un par de pañuelos más y se secó las últimas lágrimas que se resbalaban por su cara. No me jodas, ¿se puede saber qué hago suicidándome con balas de goma, como decía aquel cantante? Se frotó la cara para despejarse y volvió a mirar por la ventana. La niebla estaba remitiendo. Es más, un tímido sol se asomaba por entre las nubes, haciendo el amago de querer salir. Se levantó bruscamente de la silla y se dirigió al armario. Cogió lo primero que pilló y se lo puso. Unos vaqueros y una camiseta cualquiera, perfecto para la ocasión. Cogió las llaves y le dio un beso a su pequeña gatita, que se había recostado encima de su pijama, antes de abrir la puerta de la entrada.
-¿A dónde vas a estas horas, hija?
-No te preocupes, mamá. Volveré en un rato.
-¿Pero a dónde...?- Antes de que pudiera acabar, su hija ya había salido por la puerta, dejándola con la palabra en la boca.
Bajó las escaleras apresuradamente, pretendiendo alcanzar portal lo antes posible, como si la gran puerta de metal que daba a la calle fuera la salida de esa prisión interior que le ahogaba. Llegó al hall principal y, sin ni siquiera dar la luz, se dirigió hacia la puerta y la abrió con un golpe seco.
En cuanto se vio en la calle se paró, cerró los ojos y respiró hondo, muy hondo. Acto seguido miró a su izquierda y comenzó a andar. Al principio iba muy despacio, como un bebé que está aprendiendo a andar, pero luego aceleró poco a poco, y cuando se quería dar cuenta, estaba corriendo como una loca a lo largo de la avenida. El sol se había descubierto y lucía como nunca. Corrió y corrió durante un buen rato, saboreando el aire que le rozaba la cara, los árboles que pasaban como sombras a sus extremos, las personas indiferentes, algunos comercios que ya estaban empezando el turno de tarde, bares llenos de gente disfrutando de algún partido de fútbol. La vida.
Un señor cuyos mejores años ya quedaron atrás la miró extrañado, quizás viendo que estaba exhausta, y no pudo por más que decrle algo.
-Pero joven, tranquilízate. ¿Te pasa algo?
Ella paró de correr y miró al señor. Se tomó un instante para recuperarse antes de contestar, pero finalmente le gritó:
-¿Que si me pasa algo? ¡Claro que sí! ¡¡¡Que estoy viva!!!

 “Es muy probable que las mejores decisiones no sean fruto de una reflexión del cerebro sino del resultado de una emoción".
Eduard Punset

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lunes, 14 de noviembre de 2011

La libertad del esclavo.

-Hola.
-Esto... ¿Nos conocemos?
-De toda la vida.
-Pues no me suena su cara.
-Normal.
-¿Normal por qué?
-Porque lo es.
-Mire, tengo muchas cosas que hacer y muy poco tiempo, ¿así que qué coño quiere?
-Ofrecerte una cosa.
-¿Ah, sí? ¿Y de qué se trata?
-De tu vida.
-¿Cómo dice?
-Te ofrezco tu vida, pero a cambio de algo.
-¿Pero de qué me está hablando?
-Sé lo que te pasa. Sé lo que no te deja dormir. Sé lo que te aterra. Sé lo que te mata. Lo sé todo. Por eso vengo a ofrecerte lo que te curará y te matará al mismo tiempo: tu vida.
-¿Quién coño es usted y cómo sabe lo de...?
-Tu cáncer. Sí, lo sé. Y sé que te queda poco en este insignificante mundo.
-¿Y dice que puede curarlo? ¿Es usted médico o algo así?
-Sí, bueno, algo así.
-¿En serio?
-Créeme
-¿Y qué quiere a cambio?
-Tú libertad. Tu elección. Tu libre albedrío. Eso es lo que quiero.
-¿Y cómo voy yo a darle eso?
-Creo que aún no sabes quién soy. Bueno, ¿el número 666 te dice algo?
-Un momento... ¡No! No puede ser.
-Me da que sí.
-No te creo. Tú no eres real.
-Puede que no. Pero lo que sí que soy es tu única esperanza para seguir en este mundo, a cambio de tu libertad, claro.
-¡No! ¡De ninguna manera! Y aunque realmente fuera usted quien dice ser, le voy a decir una cosa: prefiero morir libre a morir como un esclavo. Así que váyase al...
-¿Infierno?
El hombre hizo una mueca de desprecio y se marchó, perdiéndose entre la muchedumbre.
-Pobres humanos. Idolatran la libertad. Es eso mismo lo que les impide ver la verdad: que nunca han dejado de ser esclavos.


"Eres un esclavo. Al igual que los demás naciste en cautiverio. Estás atrapado en una prisión que no puedes ver ni tocar. Una prisión para tu mente".
Morfeo (Matrix)

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miércoles, 26 de octubre de 2011

Mañanas untadas en circustancias.

Subido en un 1940 Ford standard-line coupé conducía tranquilo hacia un callejón cerca de Kenmore Boulevard. El mismo ritual de siempre, y siempre ese escalofrío cada vez que el capitán le asignaba un nuevo caso. Encaró Nordwest Ave. desde Beckets Street. Una nueva persona había muerto, una nueva alma que no descansaría en paz hasta que se descubriese la verdad. Y para eso estaba ahí, para sacarla de su escondite, para descubrirla, desenmascararla, para rendir justicia a aquellos que merecen ganarla, y no pararía hasta conseguirlo. Giró en el cruce con Washington Ave. para llegar a Plain Street lo antes posible. En la guerra no importaba la verdad, sólo la muerte; quizás por eso se perdieron tantas vidas, esperanzas y sueños, pensó. Tomó Greenwich St. y por fin Kenmore. No tardó mucho en encontrar un sitio donde aparcar cerca del callejón. Apagó el motor y se quedó en el asiento con los ojos cerrados. Respiró hondo y disipó todos los pensamientos que rondaban su mente, pensamientos de muerte, agonía y desesperación, para dejar paso a una absoluta concentración en lo que vendría después. Abrió los ojos, se ajustó su sombrero beis, a juego con el traje, cogió su libreta y su lapiz y salió del coche. Realizó los saludos de cortesía con los policías de la zona y con su compañero, que había llegado antes que él en una patrulla, y acto seguido se dirigió a uno de ellos.
-¿Has sido tú quien ha informado a central?
-Sí, policía Scott Hemingway, número de placa...
-Vale vale, está bien. Eso es irrelevante. Dime Hemingway, ¿cuándo encontraste el cuerpo?
-Fue esta mañana, mientras hacía mi ronda. Lo encontré sobre las once, más o menos.
-¿Causa de la muerte?
-La apuñalaron por la espalda con una navaja de tamaño medio.
-¿Testigos?
-Ninguno. Presuntamente la matarían de madrugada, y aquí en las afueras no suele rondar mucha gente a esas horas, que digamos, si obviamos a los drogadictos y violadores, y nunca suelen estar demasiado dispuestos a colaborar.
-Entiendo. Gracias agente.
Guardó la libreta y se acercó al cuerpo. Joder, otra vez esa puta sensación. Después de tantos años y aún no había superado lo que le mantenía en vela noche tras noche, lo que le impulsó a entrar en el cuerpo, lo que le destrozaba por dentro cada mañana al levantarse. Recordaba haber leído una frase... ¿Cómo era? Algo así como: "no es la más fuerte de las especies la que sobrevive sino aquella que es más adaptable al cambio." ¿De quién era? Un tal... ¿Darwin, puede ser? Bah, ¿qué más da? El caso es que después de tanto tiempo no se había adaptado, ni mucho menos. ¿Y si ese lunático se equivoca? Pensó. Porque con todo y con eso aquí sigo, sobreviviendo como puedo. Se agachó para examinar el cadaver que yacía sobre él. Analizó hasta el último detalle del cuerpo. Nada claro. Su compañero, Damian, se aproximó hacia él hasta quedarse justo detrás.
-¿Qué te parece?
Se incorporó desde el suelo.
-Nada, quitando el bolso y la cartera, lo demás son sólo pruebas circustanciales. Algo me dice que ésto no va a ser fácil.
-¿Y cuándo lo es, Cops? ¿Y cuándo lo es?
Éste resopló antes de contestar con cara de circustancias.
-Vayamos con la familia. Después pasaremos por central y recemos para que la autopsia nos aclare un poco el asunto.
Salieron del callejón y volvieron al Ford.
-¿Conduces tú, Cops?
-Está bien.
Arrancaron y se alejaron rápidamente por Common Ave.
-Cops, ¿si te hago una pregunta me responderás sinceramente?
-Seguramente no.
 Aun con esa respuesta de pocos amigos, Damian preguntó:
-¿Cómo lo haces?
-¿A qué te refieres?
-Me refiero a que cómo soportas ésto día sí día también después de... Bueno, ya sabes, tu historia. ¿No crees que estás fuera de lugar?
Se produjo un breve silencio que rompió Cops mirándole a los ojos a su compañero.
-¿Fuera de lugar? Yo sólo busco una cosa: la verdad, y para llegar a ella, como para todo, necesito tomar algún camino. Lo que pasa es que no siempre el camino más corto es el más rápido, ¿sabes? A veces hay que tomar atajos, salirse del camino o, como tú dices, estar fuera de lugar.
Damian interpretó ése como un buen momento para terminar con la conversación y mantenerse en silencio, perdido por la ciudad en aquel precioso Ford negro.

"Afuera no hay canto de pájaros, y dentro un silencio sofocante se cierne sobre todos y todas las cosas, y parece arrastrarme hacia un abismo".
Ana Frank

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domingo, 16 de octubre de 2011

Amiga mía.

 "Tanto si crees que puedes hacerlo como si no, estás en lo cierto." Henry Ford.
-Ójala cada día pudiera escribir una historia capaz de hacer llorar al sargento más veterano de la legión. Ójala cada día pudiera escribir una historia capaz de hacer llorar. Ójala cada día pudiera escribir una historia... Ójala cada día pudiera escribir -me dijo cabizbaja y con la voz ronca de más de uno y dos cigarrillos.
-Herny Ford dijo una vez que...
-Dios, tío, guárdate tus putas citas célebres, ¿vale?
-Muy bien, ¿y qué quieres que te diga? ¿Eh? ¿Que eres una inúltil, que no sirves para nada? Porque se me daría muy bien...
La habitación se tornó más oscura y silenciosa de lo que ya estaba y sólo se oía el sonido de la lluvia cayendo sobre el tejado. Ella pegó otra calada al cigarro que sostenía vagamente entre sus dedos índice y corazón de su mano derecha, y miró al suelo silenciosa.
-Joder, intento animarte tía, intento ayudarte.
-Pues no sirve de mucho, ¿sabes? Acéptalo igual que lo he aceptado yo. Soy una fracasada, es lo que hay. Aprenderé a vivir con ello.
-Vamos, no me jodas. ¿Pero tú te has oído antes? ¿Realmente te has oído?
-¿De qué me estás hablando?
-Lo de "ójala pudiera hacer llorar al sargento...".
-Ah, eso -y le pega otra calada al piti. Fuerte y hondo, para que entre bien.
-¡Dios! Es pura poesía. ¿Es que no lo ves? No te encierres en una vorágine de depresión y autocompasión, porque no cuela. Es así.
-Veintidós editoriales tío. Veintidós putas editoriales. Todavía recuerdo a mi madre diciéndome: "ya verás como esto te lo cogen en la primera editorial a la que lo mandes". ¿Y sabes lo peor de todo? Que me lo creí. Menuda gilipollas estoy hecha...
Sin ni siquiera mirarme a los ojos, apuró el cigarro hasta el filtro, aprovechando hasta la última calada que pudiera dar de sí. Yo respiré hondo, pensando en qué decir, en cómo afrontarlo.
-Conoces Harry Potter, ¿verdad?- le pregunté finalmente.
-No soy una gran fan, pero tengo un amigo que sí que lo es. Incluso tiene frases de la saga en la portada de su carpeta.
-Genial. Entonces conocerás a Joanne Rowling, me imagino.
-¿Te refieres a J.K. Rowling? Pues claro que la conozco, será una de las escritoras más famosas del planeta.
-¿Conoces su historia?
-No mucho. Refréscame la mente.
-Está bien- al igual que antes, insipiré hondo-. Vayamos a lo importante. La razón por la que Rowling comenzó a escribir Harry Potter fue porque se quedó sin empleo, en paro, y no se lo ocurrió nada mejor que escribir una novela fantástica, que era lo que realmente le gustaba, y probar suerte.
-¿Y?
-Lo bueno viene en lo de probar suerte. Envió sus escritos a decenas de editoriales, ¿y sabes que le dijeron?
-No, la verdad es que no.
-Ciertamente, yo tampoco, pero sería algo así como: esto no tiene ningún futuro y nunca llegará a nada, Joanne.
-¿En serio crees que le dijeron eso?
-Bueno... A ella seguramente no le dijeron nada, simplemente le dirían que no se lo iban a coger, pero estoy seguro que más de uno y más de dos editores pensaron eso en algún momento. Al final, después de mucho insistir logró que una editorial sacara unos ejemplares de Harry Potter al mercado, y unos años después, voilá, casi medio millon de copias vendidas en todo el mundo.
-¿Qué me quieres decir con ésto? ¿Que voy a vender miles de ejemplares de mi libro de aquí a tres años vista por una milagrosa iniciativa de una editorial perdida de la mano de Dios?
-¡Que no, joder! Vamos, ójala. Pero lo que te quiero decir es que porque unos editores gilipollas no hayan cogido tu libro, eso no quiere decir que seas mala escritora, o que no tengas futuro.
-Y lo dice el tío que ha escrito cinco best sellers.
-Seis.
-Vale, seis.
-Pero no estamos aquí para hablar de mis libros. Si estamos aquí es por ti.
De repente cierra los ojos y mira al techo, respirando y saboreando el aire limpio,el aire puro que hacía tiempo que no probaba.
-No sé cómo cojones lo haces, tío, pero siempre consigues que me sienta mejor, más capaz -y acto seguido me da un largo abrazo.
-No pienses que lo eres, sabes que lo eres.
Repentinamente se separa de mí y me mira fijamente.
-¿Qué te he dicho de las citas?
-Vale, perdona...
-Está bien -y me vuelve a abrazar.
Y la noche pasa entre nosotros. En ese momento no eramos dos escritores abrazados, sino dos amigos unidos.

"No pienses que lo eres, sabes que lo eres".
Morfeo (Matrix)

3:

miércoles, 5 de octubre de 2011

La fina línea.

Tic... Tac... Tic... Tac... Un ansioso reloj hace resonar los segundos. La noche inunda cada rincón de la casa, sumiéndolo todo en una melancólica oscuridad. Un hombre de frac abre un mueble-bar, saca un aso, y se sirve un poco de whisky escocés con hielo. Camina por el salón. A pesar de haberlo recorrido cientos de veces se siente perdido en esa enorme habitación, cuyos enormes ventanales dejan entrever un paisaje que más de uno querría ver al levantarse cada mañana. Ni cartas de despedida a lo Kurt Cobain, ni mensajes, ni notas, ni nada. En cierto modo se siente como los hombres de primera clase del Titanic, naufragando junto al barco mientras disfrutan de su última copa de whisky. Se acerca a una mesilla y del primero de los cajones saca una Colt Python a punto de ser estrenada. Acto seguido se sienta en un largo sofá, con el vaso en una mano y el revólver en la otra. Mira su mano derecha. Qué fina es la línea entre la vida y la muerte, piensa. Se termina de un largo trago lo que queda de whisky y tira la copa, rompiéndola en mil pedazos. Después, nada. Tic... Tac... Tic... Tac... El reloj sigue contando los segundos, unos segundos sin dueño.

Última hora. Las autoridades han hallado muerto en su domicilio al multimillonario empresario [...]. Aunque no se conocen muchos datos sobre su muerte, todo parece indicar que se trata de un suicidio [...]. Les seguiremos informando en los próximos minutos.

-¿Pero tú te crees?
Dos policías charlan sobre el incidente en el mismo salón, la misma habitación, entre las mismas paredes testigos la noche anterior. A lo lejos, un detective de traje marrón y sombrero entra por la puerta principal con aires más propios de otros tiempos.
-Buenas, ¿qué tenemos?
-Nada... El tipo se pegó un tiro con la Python, no hay duda.
El detective se acerca al cuerpo y lo examina exhaustivamente, buscando algo que pueda confirmar que, simplemente, decidió acabar con su vida. Sí, lo ve, está claro. Incluso antes de ver el cadaver, antes de llegar a la casa, lo había adivinado. Se incorpora y se pone a la altura de los otros dos agentes.
-No lo entiendo, lo tenía todo: dinero, una mansión, dos cochazos en el garaje...- reflexiona uno de los dos policías.
-Sí, no tiene demasiado sentido- responde el otro.
-Murió por amor- concluye el detective.
-Perdone, ¿cómo dice?
-Esperó durante muchos años a una novia que nunca le correspondió.
-¿Cómo que una novia? ¿Qué novia?
-Una dama llamada felicidad.

"No hay camino hacia la felicidad, la felicidad es el camino".
Anónimo

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viernes, 30 de septiembre de 2011

En serio, haced el amor.

Sí, hoy toca escribir sobre el amor. Ese tema tan... Bufff, ¿vosotros qué adjetivos le pondríais? Porque yo, la verdad, podría empezar por el adjetivo más hermoso y acabar diciendo que es una puñetera mierda. Me imagino que a todo el mundo le pasará algo parecido. Pero, en general, el amor romántico -que es sobre el que reflexionaremos hoy- suele ser muy positivo, creo yo. Hagamos una prueba. Invito a que todo el mundo que esté leyendo esto se relaje, cierre los ojos y piense en "esa persona". Todos sabéis a quién me refiero. Y no me vale eso de: "¡Bah! A mí no me pasa eso, yo no estoy enamorado de nadie", porque no me lo creeré. Quizás haya alguna excepción, y si la hay, seguro que dicha excepción ha tenido alguna vez en el pasado a "una persona", así que que piense en esos momentos con ella y cómo se sentía en ese preciso instante del pasado. Bueno, tomáos el tiempo que necesitéis, pero por favor, pensad en esa persona. Visualizad su cara, sus ojos, sus pelo, su piel, su culo; visualizad cada pequeño detalle, y cuando lo hayáis hecho pasad al siguiente párrafo.
Lo sentís, ¿verdad? Ese cosquilleo, esa sonrisa que se os dibuja en la cara, ese chorro de hormonas que recorre vuestro cuerpo. Eso, amigos míos, es amor. Un mecanismo natural del que os ha dotado la naturaleza con el simple fin de transmitir lo más valioso, biológocamente hablando, que lleváis en vuestro interior: los genes. Sí, sé que así el amor romántico pierde todo su significado poético, pero si queréis leer un texto cursi sobre el amor, amigos míos, os habéis equivocado de blog. Con esto no quiero decir que vuestros sentimientos hacia esa persona y vuestro comportamiento hacia la misma no esté justificado, al contrario, son esos pensamientos y acciones ilógicas, irracionales y cursis lo que precisamente demuestra uno de los impulsos biológicos más simples e importantes de la naturaleza, el ya nombrado amor. Pero aún vamos a rebajar más el concepto humano del amor romántico, que se traduciría nada más y nada menos que en deseo sexual. Esas pantomimas de la pareja, tales como las quedadas, las cenas, los sms de madrugada o la foto de su cara en el móvil. ¿Todo esto qué es? Yo os respondo: nada. Una marranada que la conciencia humana se ha inventado para justificar el propio deseo sexual y transformarlo en eso que denominamos amor.
Alguno estará pensando que soy un ser sin corazón y exento de cualquier emoción relacionada con el amor, cual ameba. Pues debéis de recordar que aun con todas estas reflexiones en mi cabeza sigo siendo indefectiblemente humano (y adolescente, que es peor), es decir, que yo soy el primero que cae en toda esa pantomima y guarrería romántica que la humanidad se ha ido inventando a lo largo de los siglos.
Me gustaría terminar con una frase de Eduard Punset que sice así: "la felicidad está en la sala de espera de la felicidad", con la que os pido que disfrutéis de esta sensación que os produce el amor romántico hasta desgastarlo por completo, porque tened en cuenta una cosa: el sentimiento del amor es inherente al ser humano, pero no siempre recíproco entre dos personas (y sí, tú eres una de esas dos personas).

 "Lo único peor que estar enamorado es no estar enamorado".
Paul Hurgan

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Escribe, no pienses.

Aquí estoy, un lunes a las 1:21 de la madrugada escribiendo la primera entrada de mi blog. ¿Por qué llevo quince minutos escribiendo, releyendo y borrando palabras? Sin ir más lejos, creo que la clave está en la frase que encabeza este texto. Lo peor que le puede pasar a un escritor, sea profesional o novato, es pensar lo que escribe. Un escritor no disfruta pensando, sino escribiendo.
Es posible que mañana por la mañana, alrededor de las ocho menos cuarto o así tenga un sueño que no pueda con él, pero, ¿y qué más da? Intento tener en cuenta lo máximo posible eso de que no siempre lo urgente es lo importante, y la verdad es que no me arrepiento, aunque, sinceramente no me arrepiento de nada.
Bueno, son casi las dos y noto que el sueño y el cansancio están empezando a hacer mella en mí. Creo que no hay mejor prueba para demostrar si a alguien le gusta escribir que ver si sería capaz de estar escribiendo por placer de madrugada cuando al día siguiente tiene que madrugar. Aprovecharé ahora que puedo escribir por mero disfrute y sin obligaciones Me gusta escribir, sí, y este blog es un buen sitio para demostrarlo.
Con esto me da que termina mi primera entrada . ¿Quién sabe? A lo mejor algún día llego a ser conocido y estas palabras serán leídas miles de personas. Hasta entonces, disfrutaré de mi "anonimato".

"La primera clave de la escritura es escribir, no pensar".
William Forrester (Descubriendo a Forrester)

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