miércoles, 26 de octubre de 2011

Mañanas untadas en circustancias.

Subido en un 1940 Ford standard-line coupé conducía tranquilo hacia un callejón cerca de Kenmore Boulevard. El mismo ritual de siempre, y siempre ese escalofrío cada vez que el capitán le asignaba un nuevo caso. Encaró Nordwest Ave. desde Beckets Street. Una nueva persona había muerto, una nueva alma que no descansaría en paz hasta que se descubriese la verdad. Y para eso estaba ahí, para sacarla de su escondite, para descubrirla, desenmascararla, para rendir justicia a aquellos que merecen ganarla, y no pararía hasta conseguirlo. Giró en el cruce con Washington Ave. para llegar a Plain Street lo antes posible. En la guerra no importaba la verdad, sólo la muerte; quizás por eso se perdieron tantas vidas, esperanzas y sueños, pensó. Tomó Greenwich St. y por fin Kenmore. No tardó mucho en encontrar un sitio donde aparcar cerca del callejón. Apagó el motor y se quedó en el asiento con los ojos cerrados. Respiró hondo y disipó todos los pensamientos que rondaban su mente, pensamientos de muerte, agonía y desesperación, para dejar paso a una absoluta concentración en lo que vendría después. Abrió los ojos, se ajustó su sombrero beis, a juego con el traje, cogió su libreta y su lapiz y salió del coche. Realizó los saludos de cortesía con los policías de la zona y con su compañero, que había llegado antes que él en una patrulla, y acto seguido se dirigió a uno de ellos.
-¿Has sido tú quien ha informado a central?
-Sí, policía Scott Hemingway, número de placa...
-Vale vale, está bien. Eso es irrelevante. Dime Hemingway, ¿cuándo encontraste el cuerpo?
-Fue esta mañana, mientras hacía mi ronda. Lo encontré sobre las once, más o menos.
-¿Causa de la muerte?
-La apuñalaron por la espalda con una navaja de tamaño medio.
-¿Testigos?
-Ninguno. Presuntamente la matarían de madrugada, y aquí en las afueras no suele rondar mucha gente a esas horas, que digamos, si obviamos a los drogadictos y violadores, y nunca suelen estar demasiado dispuestos a colaborar.
-Entiendo. Gracias agente.
Guardó la libreta y se acercó al cuerpo. Joder, otra vez esa puta sensación. Después de tantos años y aún no había superado lo que le mantenía en vela noche tras noche, lo que le impulsó a entrar en el cuerpo, lo que le destrozaba por dentro cada mañana al levantarse. Recordaba haber leído una frase... ¿Cómo era? Algo así como: "no es la más fuerte de las especies la que sobrevive sino aquella que es más adaptable al cambio." ¿De quién era? Un tal... ¿Darwin, puede ser? Bah, ¿qué más da? El caso es que después de tanto tiempo no se había adaptado, ni mucho menos. ¿Y si ese lunático se equivoca? Pensó. Porque con todo y con eso aquí sigo, sobreviviendo como puedo. Se agachó para examinar el cadaver que yacía sobre él. Analizó hasta el último detalle del cuerpo. Nada claro. Su compañero, Damian, se aproximó hacia él hasta quedarse justo detrás.
-¿Qué te parece?
Se incorporó desde el suelo.
-Nada, quitando el bolso y la cartera, lo demás son sólo pruebas circustanciales. Algo me dice que ésto no va a ser fácil.
-¿Y cuándo lo es, Cops? ¿Y cuándo lo es?
Éste resopló antes de contestar con cara de circustancias.
-Vayamos con la familia. Después pasaremos por central y recemos para que la autopsia nos aclare un poco el asunto.
Salieron del callejón y volvieron al Ford.
-¿Conduces tú, Cops?
-Está bien.
Arrancaron y se alejaron rápidamente por Common Ave.
-Cops, ¿si te hago una pregunta me responderás sinceramente?
-Seguramente no.
 Aun con esa respuesta de pocos amigos, Damian preguntó:
-¿Cómo lo haces?
-¿A qué te refieres?
-Me refiero a que cómo soportas ésto día sí día también después de... Bueno, ya sabes, tu historia. ¿No crees que estás fuera de lugar?
Se produjo un breve silencio que rompió Cops mirándole a los ojos a su compañero.
-¿Fuera de lugar? Yo sólo busco una cosa: la verdad, y para llegar a ella, como para todo, necesito tomar algún camino. Lo que pasa es que no siempre el camino más corto es el más rápido, ¿sabes? A veces hay que tomar atajos, salirse del camino o, como tú dices, estar fuera de lugar.
Damian interpretó ése como un buen momento para terminar con la conversación y mantenerse en silencio, perdido por la ciudad en aquel precioso Ford negro.

"Afuera no hay canto de pájaros, y dentro un silencio sofocante se cierne sobre todos y todas las cosas, y parece arrastrarme hacia un abismo".
Ana Frank

3:

domingo, 16 de octubre de 2011

Amiga mía.

 "Tanto si crees que puedes hacerlo como si no, estás en lo cierto." Henry Ford.
-Ójala cada día pudiera escribir una historia capaz de hacer llorar al sargento más veterano de la legión. Ójala cada día pudiera escribir una historia capaz de hacer llorar. Ójala cada día pudiera escribir una historia... Ójala cada día pudiera escribir -me dijo cabizbaja y con la voz ronca de más de uno y dos cigarrillos.
-Herny Ford dijo una vez que...
-Dios, tío, guárdate tus putas citas célebres, ¿vale?
-Muy bien, ¿y qué quieres que te diga? ¿Eh? ¿Que eres una inúltil, que no sirves para nada? Porque se me daría muy bien...
La habitación se tornó más oscura y silenciosa de lo que ya estaba y sólo se oía el sonido de la lluvia cayendo sobre el tejado. Ella pegó otra calada al cigarro que sostenía vagamente entre sus dedos índice y corazón de su mano derecha, y miró al suelo silenciosa.
-Joder, intento animarte tía, intento ayudarte.
-Pues no sirve de mucho, ¿sabes? Acéptalo igual que lo he aceptado yo. Soy una fracasada, es lo que hay. Aprenderé a vivir con ello.
-Vamos, no me jodas. ¿Pero tú te has oído antes? ¿Realmente te has oído?
-¿De qué me estás hablando?
-Lo de "ójala pudiera hacer llorar al sargento...".
-Ah, eso -y le pega otra calada al piti. Fuerte y hondo, para que entre bien.
-¡Dios! Es pura poesía. ¿Es que no lo ves? No te encierres en una vorágine de depresión y autocompasión, porque no cuela. Es así.
-Veintidós editoriales tío. Veintidós putas editoriales. Todavía recuerdo a mi madre diciéndome: "ya verás como esto te lo cogen en la primera editorial a la que lo mandes". ¿Y sabes lo peor de todo? Que me lo creí. Menuda gilipollas estoy hecha...
Sin ni siquiera mirarme a los ojos, apuró el cigarro hasta el filtro, aprovechando hasta la última calada que pudiera dar de sí. Yo respiré hondo, pensando en qué decir, en cómo afrontarlo.
-Conoces Harry Potter, ¿verdad?- le pregunté finalmente.
-No soy una gran fan, pero tengo un amigo que sí que lo es. Incluso tiene frases de la saga en la portada de su carpeta.
-Genial. Entonces conocerás a Joanne Rowling, me imagino.
-¿Te refieres a J.K. Rowling? Pues claro que la conozco, será una de las escritoras más famosas del planeta.
-¿Conoces su historia?
-No mucho. Refréscame la mente.
-Está bien- al igual que antes, insipiré hondo-. Vayamos a lo importante. La razón por la que Rowling comenzó a escribir Harry Potter fue porque se quedó sin empleo, en paro, y no se lo ocurrió nada mejor que escribir una novela fantástica, que era lo que realmente le gustaba, y probar suerte.
-¿Y?
-Lo bueno viene en lo de probar suerte. Envió sus escritos a decenas de editoriales, ¿y sabes que le dijeron?
-No, la verdad es que no.
-Ciertamente, yo tampoco, pero sería algo así como: esto no tiene ningún futuro y nunca llegará a nada, Joanne.
-¿En serio crees que le dijeron eso?
-Bueno... A ella seguramente no le dijeron nada, simplemente le dirían que no se lo iban a coger, pero estoy seguro que más de uno y más de dos editores pensaron eso en algún momento. Al final, después de mucho insistir logró que una editorial sacara unos ejemplares de Harry Potter al mercado, y unos años después, voilá, casi medio millon de copias vendidas en todo el mundo.
-¿Qué me quieres decir con ésto? ¿Que voy a vender miles de ejemplares de mi libro de aquí a tres años vista por una milagrosa iniciativa de una editorial perdida de la mano de Dios?
-¡Que no, joder! Vamos, ójala. Pero lo que te quiero decir es que porque unos editores gilipollas no hayan cogido tu libro, eso no quiere decir que seas mala escritora, o que no tengas futuro.
-Y lo dice el tío que ha escrito cinco best sellers.
-Seis.
-Vale, seis.
-Pero no estamos aquí para hablar de mis libros. Si estamos aquí es por ti.
De repente cierra los ojos y mira al techo, respirando y saboreando el aire limpio,el aire puro que hacía tiempo que no probaba.
-No sé cómo cojones lo haces, tío, pero siempre consigues que me sienta mejor, más capaz -y acto seguido me da un largo abrazo.
-No pienses que lo eres, sabes que lo eres.
Repentinamente se separa de mí y me mira fijamente.
-¿Qué te he dicho de las citas?
-Vale, perdona...
-Está bien -y me vuelve a abrazar.
Y la noche pasa entre nosotros. En ese momento no eramos dos escritores abrazados, sino dos amigos unidos.

"No pienses que lo eres, sabes que lo eres".
Morfeo (Matrix)

3:

miércoles, 5 de octubre de 2011

La fina línea.

Tic... Tac... Tic... Tac... Un ansioso reloj hace resonar los segundos. La noche inunda cada rincón de la casa, sumiéndolo todo en una melancólica oscuridad. Un hombre de frac abre un mueble-bar, saca un aso, y se sirve un poco de whisky escocés con hielo. Camina por el salón. A pesar de haberlo recorrido cientos de veces se siente perdido en esa enorme habitación, cuyos enormes ventanales dejan entrever un paisaje que más de uno querría ver al levantarse cada mañana. Ni cartas de despedida a lo Kurt Cobain, ni mensajes, ni notas, ni nada. En cierto modo se siente como los hombres de primera clase del Titanic, naufragando junto al barco mientras disfrutan de su última copa de whisky. Se acerca a una mesilla y del primero de los cajones saca una Colt Python a punto de ser estrenada. Acto seguido se sienta en un largo sofá, con el vaso en una mano y el revólver en la otra. Mira su mano derecha. Qué fina es la línea entre la vida y la muerte, piensa. Se termina de un largo trago lo que queda de whisky y tira la copa, rompiéndola en mil pedazos. Después, nada. Tic... Tac... Tic... Tac... El reloj sigue contando los segundos, unos segundos sin dueño.

Última hora. Las autoridades han hallado muerto en su domicilio al multimillonario empresario [...]. Aunque no se conocen muchos datos sobre su muerte, todo parece indicar que se trata de un suicidio [...]. Les seguiremos informando en los próximos minutos.

-¿Pero tú te crees?
Dos policías charlan sobre el incidente en el mismo salón, la misma habitación, entre las mismas paredes testigos la noche anterior. A lo lejos, un detective de traje marrón y sombrero entra por la puerta principal con aires más propios de otros tiempos.
-Buenas, ¿qué tenemos?
-Nada... El tipo se pegó un tiro con la Python, no hay duda.
El detective se acerca al cuerpo y lo examina exhaustivamente, buscando algo que pueda confirmar que, simplemente, decidió acabar con su vida. Sí, lo ve, está claro. Incluso antes de ver el cadaver, antes de llegar a la casa, lo había adivinado. Se incorpora y se pone a la altura de los otros dos agentes.
-No lo entiendo, lo tenía todo: dinero, una mansión, dos cochazos en el garaje...- reflexiona uno de los dos policías.
-Sí, no tiene demasiado sentido- responde el otro.
-Murió por amor- concluye el detective.
-Perdone, ¿cómo dice?
-Esperó durante muchos años a una novia que nunca le correspondió.
-¿Cómo que una novia? ¿Qué novia?
-Una dama llamada felicidad.

"No hay camino hacia la felicidad, la felicidad es el camino".
Anónimo

3: